JEROMÍN (Juan de Austria)

Juan de Austria, hijo del enviudado Carlos I y la dama alemana Bárbara Blomberg

JOSÉ ANTONIO PARRA TOMÁS

José Antonio Parra en Asociación la Tortuga de El Charco

11/24/20247 min read

Juan de Austria
Juan de Austria

La historia de don Juan de Austria parece sacada de una película de Hollywood. La vida del héroe de la batalla de Lepanto, pasó en pocos años de ser un niño huérfano criado en las calles de Leganés a ser el hijo reconocido del emperador Carlos V.

Carlos I de España tuvo al menos cinco hijos fuera del matrimonio; de entre ellos destaca la historia de don Juan de Austria. Su madre, Bárbara Blomberg, era una dama alemana que Carlos I conoció, ya viudo, en 1546, cuando acudió a la Dieta Imperial en Ratisbona. Y aunque el emperador del Sacro Imperio Románico Germánico y Rey de "las Españas" no reconoció al niño como hijo suyo cuando nació, sí se preocupó de que recibiera una educación acorde a su condición.

El niño, nacido seguramente en 1547, fue bautizado como "Jerónimo" o "Jeromín" debido probablemente a que su madre se casó al poco tiempo con Jerónimo Píramo Kegell. Era, en consecuencia, una forma de guardar las apariencias.

Sin embargo, Jeromín rápidamente fue trasladado a España por expreso deseo de Carlos I. El mayordomo del emperador, don Luis de Quijada, llegó a un acuerdo con Francisco Massy, violinista de la corte imperial, casado con una española, Ana de Medina, por el cual a cambio de cincuenta ducados anuales se comprometía a educar al niño en Leganés, donde su esposa tenía tierras.

En Leganés, el hijo natural del emperador que dominaba media Europa, participó como un niño más de los juegos infantiles en las calles de este pueblo. Precisamente, en esta localidad madrileña existe actualmente en su honor la calle Jeromin, paralela a la plaza de España, y en un edificio en cuyo solar se erigió la casa donde habitó, hay una placa conmemorativa.

En el verano de 1554, don Luis de Quijada consideró que la educación del hijo del emperador no cumplía con las condiciones firmadas y trasladó al niño a su residencia en Villagarcía de Campos (Valladolid). Don Luis presentó al niño a su esposa, Doña Magdalena de Ulloa, recomendándole que le atendiera y educara como si de su propio hijo se tratara, sin decirle de quién era hijo. Esta, que no tenía hijos, cuidó del muchacho, pensando durante varios años que era fruto de algún desliz de su marido.

Aunque nunca lo reconoció públicamente en vida, Carlos I de España, en su abdicación en 1555, concedió la Orden del Toisón de Oro a Jeromín y dejó escrito en su testamento: "Por cuando estando yo en Alemania, después que enviudé, tuve un hijo natural de una mujer soltera, el que se llama Jerónimo". Estando ya retirado en el monasterio de Yuste, Carlos I ordenó a don Luis de Quijada que fuese hasta allí con el niño para conocerlo en persona.

Pero hubo que esperar hasta la muerte del emperador para que Jeromín conociera su auténtico origen. Felipe II se enteró de la existencia de su hermano por el testamento, y se reunió con él a mediados de septiembre de 1559 en Valladolid. El Monarca, siguiendo las indicaciones de su padre Carlos, reconoció al niño como miembro de la Familia Real. El testamento de Carlos I dejaba el resto de detalles, como por ejemplo la futura posición en la corte del joven, en manos de la benevolencia de Felipe II. Por lo pronto, ordenó que le cambiaran el nombre por el de don Juan de Austria, y le otorgó casa propia, a cuyo frente puso a don Luis de Quijada. Le envió, asimismo, a estudiar a Alcalá de Henares, junto con su hijo, el infante Carlos, y Alejandro Farnesio (hijo de Margarita de Parma, otra hija ilegítima de Carlos I).

Con los años don Juan de Austria se convirtió en un fiel reflejo de lo que había sido su padre y de lo que nunca pudo ser Felipe II: un hábil jinete, un rápido espadachín, un hombre desbordante de ánimo y un amante de la guerra. Se dice, también, que don Juan de Austria era un joven de físico y trato atractivos. Le atribuyen numerosas aventuras amorosas, siendo muy apreciado por sus contemporáneos.

Tras sofocar la Rebelión de las Alpujarras, donde su tutor Luis de Quijada sacrificó su vida para salvarle durante una emboscada de los moriscos, don Juan de Austria se postuló para encabezar la coalición cristiana que pretendía hacer frente a la temida flota otomana. Felipe II no puso impedimentos a que su hermano alzara el estandarte de la Santa Liga, pero la decisión corrió directamente a cargo del Papa Pío V, que tenía al joven general por un designado de Dios. Don Juan de Austria tuvo una actuación perfecta en la batalla de Lepanto. Empleó su afable carácter para mantener en calma las tensas relaciones con Venecia y supo compensar su poca experiencia (solo tenía 24 años) dando voz a consejeros más curtidos en la mar como el gran marino e irrepetible don Álvaro de Bazán.

Alzado como héroe en toda la Cristiandad, don Juan de Austria fue elegido por Felipe II como gobernador de los Países Bajos españoles en 1576. Aquello se convirtió en un laberinto político del que no supo salir y que le labró la desconfianza de su hermano, quien, con malos consejeros, empezó a sospechar que el héroe de Lepanto tramaba arrebatarle la Corona.

En poco tiempo, don Juan se encontró aislado políticamente, sin las tropas ni el dinero necesario para sofocar la rebelión en Flandes. Al conocer la muerte de su secretario Juan de Escobedo en marzo de 1578, quien había viajado a Madrid a pedir más recursos, don Juan entró en un estado de depresión, al tiempo que contraía la enfermedad del tifus. Su estado de salud se agravó a finales de septiembre, estando en un campamento en torno a la sitiada ciudad de Namur (Bélgica). Oficialmente fue un ataque de tabardillo (tifus), que atacó a muchos de sus capitanes, pero curiosamente todos sanaron menos él..., y es que la historiografía oficial olvidó decir que padecía unas hemorroides de caballo que los médicos de campaña trataron de la peor forma posible, incluso para la época: no se les ocurrió otra cosa más que perforarlas con una lanceta, produciéndole una hemorragia que se llevó al pobre don Juan en menos de cuatro horas..., y siempre resulta más digno decir que ha muerto de "fiebres" que de unas hemorroides mal curadas, claro está.

El 28 de septiembre, nombró sucesor en el gobierno de los Países Bajos a su sobrino Alejandro Farnesio. Y escribió a su hermano, antes de morir el día 1 de octubre a los 31 años, pidiéndole que respetase este nombramiento y que le permitiera ser enterrado en el monasterio de El Escorial, pero Felipe II decidió que fuera enterrado en Namur, con el homenaje de los ejércitos para los cuales era muy querido. No obstante, a los cinco meses, Felipe II ordenó que fuese trasladado a El Escorial, pero con la máxima discreción y secretismo que fuera posible, por lo que se procedió a desenterrar el cuerpo embalsamado de don Juan de Austria y prepararlo para tan largo viaje... aunque fue preparado de una forma un tanto especial.

El cadáver de don Juan de Austria fue seccionado en tres partes, que se metieron en bolsas y se colocaron en un cofre cerrado que sería llevado a lomos de caballo. Un mes después de haberlo sacado de la tumba, el 18 de marzo de 1579, iniciaron a pie el retorno hacia España con el cofre que contenía los restos de don Juan y una comitiva de unas 80 personas, pero sin ningún tipo de estandarte.

Primeramente, de Namur, se dirigieron a Nantes (Francia), donde cogieron un barco que les llevó a Santander y de aquí, retomando la gris y silenciosa peregrinación, fueron a la Abadía de Párraces, en Segovia, donde todo lo gris y secreto que había sido el viaje hasta allí, pasó a ser -de golpe y porrazo- todo lujo y esplendor. O lo que es lo mismo, que se transformó en una comitiva real, donde no faltaba ni un solo personaje influyente de la corte.

Alcaldes, capellanes, frailes de El Escorial, caballeros... incluso el secretario del rey y el obispo de Ávila con su séquito, salieron todos en procesión con el cuerpo de don Juan de Austria ya recompuesto, y puesto en un ataúd de dos puertas, que fue llevado en volandas durante los 60 km que separan la abadía de Párraces de El Escorial. Comitiva a la cual se iba añadiendo cada vez más gente a cada pueblo que pasaba y que acabó por formar un gran gentío en el momento de su entierro definitivo en el Panteón de Infantes de El Escorial el 25 de mayo de 1579... Pero, ¿qué había pasado para este cambio súbito?

Pues que Felipe II sospechaba de la traición de su hermano don Juan, gracias a la labor intoxicadora de su secretario, Antonio Pérez, que resultó ser el auténtico traidor. Don Juan de Austria y todo el que le rodeaba era sospechoso, pero cuando Felipe II descubrió la traición de Antonio Pérez, se dio cuenta de la fidelidad a ultranza de don Juan, por lo que decidió, a última hora, darle todos los honores reales en su definitivo entierro. De esta forma, en seis meses pasó de ser -para Felipe II- un apestado (enterradlo lejos), un "parece que no era tan malo" (repatriación), a ser "su hermano querido del alma", con el colofón de exequias reales y todo.

La popularidad de este personaje histórico ha trascendido y en la actualidad podemos encontrarnos el nombre de don Juan de Austria vinculado a nombres de calles, avenidas, paseos, hoteles, clubes de baloncesto, colegios, tercios de la legión, etc. Hay, además, varias películas que ilustran la vida de don Juan de Austria y la traición de Antonio Pérez. Del año 1953 tenemos una titulada "Jeromín", dirigida por Luis Lucía e interpretada por Jaime Blanch y Ana Mariscal. La conjura de El Escorial", es del año 2008, de Antonio del Real e interpretada por Juanjo Puigcorbé, Concha Cuetos y Fabio Testi. También es interesante la versión titulada "La princesa de Éboli", una miniserie que emitió Antena 3, e interpretada por Belén Rueda.