1 de enero

Breve historia de cómo las circunstancias y la necesidad determinan a veces cuando da comienzo el año, en nuestro caso el año romano y desde el año 154 a.C. es el día 1 de enero.

JOSÉ ANTONIO PARRA TOMÁS

José Antonio Parra en Asociación la Tortuga de El Charco

1/11/20254 min read

Sabemos que los diferentes calendarios por los que el hombre se ha regido, y el que actualmente utilizamos en el occidente cristiano, se diseñaron con el propósito de ajustar, corregir y eliminar los desfases existentes en la medición del tiempo.

El calendario primitivo romano, comenzó a utilizarse en el 750 a.C., y tenía diez meses, que recibían el nombre de Martius, Aprilis, Maius, Junius, Quinctilis, Sextilis, September, October, November, December. Unos años más tarde, se añadieron dos meses más, Januarius y Februarius. El principio del año romano no era enero, como lo es en la actualidad, sino marzo.

En el antiguo calendario romano, el año se iniciaba, pues, a principios del mes de marzo (Martius, en honor a Marte, dios de la guerra). Ese mes también traía consigo el comienzo de las siembras y al que seguía un periodo de prosperidad, acompañado de la entrada de la primavera. También a mediados de ese mes, tras iniciarse el año, sobre el 15 de marzo (conocido como los Idus de marzo) eran los días en los que se elegía en Roma a los representantes y administradores del Estado, sobre todo a los dos cónsules, así como senadores, prefectos, y demás magistraturas. Pero, sobre todo, eran esos días del comienzo del año, cuando se tomaban todas aquellas grandes decisiones referentes a la política a realizar por la república romana y las guerras en las que iban a intervenir.

¿Qué sucedió para que se impusiera enero como comienzo del año?

Pues España, cuando aún no era España, fue la causante indirecta de ese cambio de fecha. El hecho de que el año se inicie el 1 de enero no se designó tras un profundo estudio astronómico que determinase que esa era la mejor fecha, sino que fue propiciada gracias a una rebelión que tuvo lugar en el año 154 a.C., en el asentamiento de Segeda y que dio lugar a la segunda guerra celtíbera.

En el año 179 a.C., Tiberio Sempronio Graco, que era procónsul romano en Hispania Citerior, logró finalizar la primera guerra celtíbera, pacificando el territorio y firmando tratados con diversos pueblos, entre los que se encontraban los belos y los titos. Estos tratados conciliaban algunas peticiones celtíberas, como el reparto de tierras y mantenimiento de su autonomía, con las exigencias romanas: pago de tributos, obligación de prestar servicio militar en las legiones, no edificar ciudades nuevas ni fortificar las viejas, y concesión a algunas ciudades del derecho a acuñar moneda.

Segeda, la capital de los belos, era una ellas; una ciudad de importancia en el siglo II a.C. Se encontraba en la zona geográfica donde hoy está la zaragozana población de Mara, muy próxima a Calatayud. Fue la primera de las ciudades celtíberas en acuñar moneda. (www.segeda.net).

El historiador griego Polibio, considerado uno de los historiadores más importantes, debido a que es el primero que escribe una Historia Universal, cuenta el mal comportamiento de los gobernadores romanos, que habían convertido la administración romana en insoportable para los celtíberos.

Así, en el 154 a.C., los habitantes de Segeda, dejaron de pagar el tributo a Roma, y comenzaron a levantar una muralla que rodease el oppidum, cuyo perímetro tenía varios kilómetros. El senado romano lo consideró como una infracción del tratado del año 179 a.C., y una amenaza para sus intereses en Hispania.

Roma prohibió continuar la muralla y exigió, además, el tributo establecido. Los segedenses alegaron que la muralla era una ampliación y no una nueva construcción y que se les había exonerado del pago del tributo. El senado romano decidió que debía intervenir en el asunto y enviar con la mayor premura posible un importante contingente de hombres que frenasen la construcción de la muralla y reprimiesen lo que consideraban una intolerable insurrección.

Pero se encontraron con un inconveniente para llevar a cabo dicha represión bélica: estaba por llegar el invierno y faltaban varios meses para los Idus de marzo y con ello la fecha en la que se decidía todos los asuntos del Estado y de la guerra.

Si esperaban a marzo, entre que se aprobaba, se reunía a los soldados que formarían el ejército (varias legiones, con caballería y tropas auxiliares) y se enviaban a Hispania, se encontrarían de nuevo en pleno invierno, el gran enemigo de los ejércitos atacantes en cualquier guerra (tal y como ha demostrado la Historia posteriormente) y con la muralla terminada.

Para llevar a cabo todo el plan de ataque, este debería producirse en verano, por lo que esto llevó a realizar un estratégico cambio en el calendario por el que hasta entonces se regían, decidiendo adelantar el inicio del año y del nombramiento de cónsules, a las kalendas (primer día) de enero (Januarius, en honor al dios Jano).

Y hecha la ley, hecha la trampa… Roma adelantó dos meses en su calendario el comienzo del año nuevo, propiciando la toma de decisiones y el traslado del importante contingente que se envió, iniciándose de este modo la segunda guerra celtíbera.

Los belos, pobladores de Segeda, ante el ataque romano huyeron hacia el enclave de los arévacos, en el asentamiento de Numancia, donde se refugiaron y unieron fuerzas para encararse al enemigo romano en la famosa y épica Guerra Numantina, pero esa ya es otra historia.

Hoy día, más de dos mil años después de lo acontecido con nuestros antepasados celtíberos, les debemos a ellos indirectamente que, a causa de una decisión por pura estrategia militar, celebremos el inicio del año cada 1 de enero.

José Antonio Parra Tomás