EL RELOJ DE LA PUERTA DEL SOL

Breve historia de este reloj, sin lugar a dudas el más conocido de nuestro país. El reloj no siempre ha sido el que hoy vemos, inaugurado en 1866 por Isabel II, y tanto su origen como su funcionamiento merecen nuestra atención.

JOSÉ ANTONIO PARRA TOMÁS

José Antonio Parra en Asociación la Tortuga de El Charco.

12/28/20247 min read

Todos sabemos que el centro neurálgico de la capital de España es la Puerta del Sol. Esta plaza fue en sus orígenes uno de los accesos de la muralla que rodeaba Madrid desde el siglo XIII. El nombre de la puerta proviene de un sol que adornaba la entrada, colocado ahí por estar orientada la puerta hacia levante. Entre los edificios que le daban prestigio se encontraba la Iglesia del Buen Suceso y el convento agustino de San Felipe el Real. Durante los siglos XVII al XIX la Puerta del Sol tenía importancia como lugar de encuentro, pues aquí se hallaba el más célebre de los mentideros (lugares donde los madrileños se reunían para conversar) de la villa desde el Siglo de Oro, las famosas “Gradas de San Felipe”.

Actualmente, la Puerta del Sol es un lugar de cita, un lugar de paso entre las diversas partes de Madrid. Es visita turística obligada de aquellos que se acercan a la capital de España. Y el edificio más antiguo de esa plaza, del año 1768, es la Real Casa de Correos, donde destaca el reloj de torre. Después de ser Real Casa de Correos fue Ministerio de la Gobernación, más tarde Dirección General de Seguridad y, actualmente, es sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid. Delante del edificio se encuentra desde 1950 una placa en el suelo, que marca el kilómetro cero de las carreteras españolas y en la torre del edificio está el famoso reloj con su péndulo de 3 metros y con su bola bajando al comienzo de cada día, dando las horas, incansable, desde hace más de ciento cincuenta años.

A mediados del siglo XIX, la hora de la Puerta del Sol se indicaba en un reloj de la fachada de la Iglesia del Buen Suceso, que se encontraba en el lado Este de la plaza, donde hoy está la tienda de Apple. Este reloj con mecánica medieval, y de una sola manecilla, tenía numerosos fallos mecánicos que irritaban a los madrileños de la época por su habitual irregularidad. Las salidas de postas y diligencias se regían por este reloj. Al ser derribado el hospital del Buen Suceso, poco antes de la reforma de la Puerta del Sol, el reloj se trasladó a la Casa de Correos, que en ese momento era ya Ministerio de la Gobernación, y se construyó una torre y un templete para su instalación en 1855. El mal funcionamiento de este reloj provocaba la ira de los madrileños y enseguida le sacaron coplillas. Ésta, por ejemplo, tiene su guasa:

Este reló tan fatal

Que hay en la Puerta del Sol,

Dijo un turco a un español,

¿Por qué funciona tan mal?

Y el español con desparpajo

Contestó cual perro viejo:

Este reló es el espejo,

Del gobierno que hay debajo.

Un día paseaba por la Puerta del Sol José Rodríguez Losada, con su íntimo amigo el poeta y dramaturgo José Zorrilla, y se dio cuenta del malestar de los madrileños con el dichoso reloj.

¿Quién era José Rodríguez Losada? Pues un leonés, nacido en el pueblo de La Cabrera en 1801, y que de joven se dedicó al pastoreo. Se cuenta que tuvo que marchar apresuradamente de su tierra porque perdió una de las cabezas del ganado que cuidaba. Más tarde, aparece en Madrid como oficial del ejército español durante el periodo del Trienio Liberal (1820-23).

En 1828, por razones políticas derivadas de su ideología liberal y de la dura represión que desencadenó Fernando VIl en aquella década, conocida como la “década ominosa”, se vio obligado a huir a Londres, ciudad donde trabajaría y viviría el resto de sus días. Su huida tuvo aire novelesco, pues el superintendente de la Policía de Madrid, José Zorrilla Caballero, acostumbraba a disfrazarse para integrarse en las reuniones clandestinas de los liberales y así obtener información y efectuar detenciones. En una de esas reuniones, a la que acudió disfrazado de fraile, fue víctima de una trampa, se le retuvo una noche, atado de pies y manos, y se le obligó a firmar un salvoconducto para que Rodríguez Losada pudiera abandonar España, cosa que logró a pesar de ser perseguido hasta la frontera francesa por la policía. Más tarde Rodríguez Losada compensaría a su hijo José Zorrilla, salvándole económicamente en aquel Londres de mediados del siglo XIX. Esta historia la cuenta el propio poeta José Zorrilla, en sus “Recuerdos del Tiempo Viejo”.

En Londres, el joven leonés pasó de ser aprendiz de relojero a convertirse en uno de los maestros del oficio, regentando una relojería en el número 105 de la calle londinense de Regent Street, desde donde abriría nuevas filiales en Europa, América Latina y Filipinas. Su fama alcanzó nivel mundial. Además de completar la maquinaria del Big Ben, Rodríguez Losada también construyó relojes y cronómetros para el ejército español y para nobles y reyes de todo el mundo, incluida la propia Isabel II.

En su trastienda de Regent Street, Rodríguez Losada acogió “La Tertulia del Habla Española” a la que acudían Zorrilla, Ramón Cabrera, el General Prim, y otros muchos, convirtiendo la relojería en el punto de encuentro de los emigrados españoles. También Benito Pérez Galdós relata en los “Episodios Nacionales” las reuniones de Rodríguez Losada con Carreras, otro refugiado de la persecución de Fernando VII, que introdujo el primer cigarrillo en Londres.

Muerto Fernando VII, Rodríguez Losada viajó varias veces a España y, en una de ellas, se le ocurrió fabricar un nuevo reloj para la Puerta del Sol. Lo construyó en Londres durante tres años y después lo trasladó a España para regalarlo a la reina Isabel II y al pueblo de Madrid. Fue en octubre de 1866 cuando José Rodríguez Losada comenzó a montar el nuevo reloj ante el asombro general de la concurrencia madrileña, y fue inaugurado por la Reina Isabel II el 19 de noviembre de 1866, con motivo de su cumpleaños.

Dicen los expertos que la maquinaria es una maravilla; con cerca de 500 piezas de latón y bronce, cualquiera de ellas se puede cambiar sin tener que desmontar el reloj; y tiene sonería, no solo de las horas, sino también de los cuartos. El reloj de Rodríguez Losada de la Puerta del Sol lleva sonando así más de siglo y medio. Es también uno de los más precisos del mundo, porque solo se retrasa tres segundos al mes, y esto no es nada ni lo pueden decir todos los relojes, sobre todo teniendo en cuenta que tiene cuatro esferas con minuteros en el exterior de la torre que se ven desde la calle, y que no están protegidas de las tormentas ni del aire.

Y el reloj ha sido testigo de buena parte de la historia de España, como la proclamación de la II República o la Guerra Civil, en uno de cuyos bombardeos un obús llegó a entrar al edificio por la esfera del reloj que da a la calle Carretas, aunque no llegó a estallar y permitió que siguiera funcionando.

El reloj tiene una peculiaridad, y es que marca las cuatro con el enigmático símbolo IIII en lugar del convencional IV. Esto ha desconcertado a muchos a lo largo de los años, llevando a preguntas sobre su origen y significado. Se dice que el origen se remonta al año 1364 en París, cuando el rey francés de la época, Carlos V, vio el número IV en el reloj de la torre de palacio y no le gustó la manera de expresar 4 con el número romano IV, porque le parecía como V menos I (5 menos 1). De inmediato, ordenó cambiar el “IV” por “IIII”. Desde entonces el uso de “IIII” se ha convertido en algo normal entre los fabricantes de relojes. Seguramente, también porque la numeración romana se basaba en la etrusca, y los etruscos expresaban el número 4 como IIII, y luego los romanos introdujeron la forma IV.

El reloj, que es todo un símbolo de la ciudad, estuvo cerca de perderse. En el año 1952, el gobierno de Venezuela, a través de su embajador en España, hizo una propuesta sustanciosa al Ayuntamiento de Madrid para comprar el reloj. Por suerte no se llegó a ningún acuerdo y el reloj se quedó en su casa, en la Puerta del Sol.

Este reloj es el tradicional que da las campanadas de las 12 de la noche del 31 de diciembre, marcando la toma de las doce uvas de la suerte a la gran mayoría de los españoles. Todavía muchos se hacen un lío con los cuartos, las uvas y las campanadas. Lo primero que escuchamos antes de tomarnos las uvas en Nochevieja es el carillón, una bola que hace un ruido muy característico mientras baja durante siete segundos, y que aparece justo 28 segundos antes de la medianoche. Las campanadas de Nochevieja se televisan todos los años desde el 31 de diciembre de 1962. A partir de la década de los 90 del siglo pasado, no se ha dejado de retransmitir también por los diversos canales nacionales de televisión de España, además de muchos autonómicos.

En Nochevieja, el reloj de la Puerta del Sol tiene truco. Todos los finales de año se manipula la maquinaria para que el ritmo de las campanadas sea más lento para dar tiempo a comerse las uvas, truco que no se empleó en la Nochevieja de 1996, por un fallo de comunicación entre técnicos, lo que provocó que media España acabara atragantada porque fue imposible comerse las uvas a la velocidad normal. Así es que en Nochevieja hay trampa, aunque una trampa bienintencionada.

Os recomiendo la novela “El relojero de la Puerta del Sol” del jienense Emilio Lara. Igualmente el libro “Vida y genio de Losada, constructor del reloj de la Puerta del Sol”, de Luis Alonso Luengo.