HUÉSCAR Y LA CASA DE ALBA
La "Reconquista" generó la necesidad de asentar población de Castilla y Aragón en zonas fronterizas que quedaban bajo el mando y señorío de los altos cargos de la corte que acompañaban al rey en sus acciones militares. Huéscar fue de esas poblaciones importantes que acabaron recayendo bajo el mando de la Casa de Alba.
JOSÉ ANTONIO PARRA TOMÁS
José Antonio Parra en Asociación la Tortuga de El Charco.
6/15/20256 min read


Huéscar, en el altiplano granadino, el pueblo natal de mi padre, el que he visitado desde que era niño, en el que he veraneado durante muchos años, el pueblo de mis primeros amores juveniles, y en el que tengo familia y buenos amigos, tiene una antigua relación con la Casa de Alba, de tal manera que el heredero de la misma ostenta como primer título el de duque de Huéscar. Os cuento la historia.
El primer duque de Alba, García Álvarez de Toledo, falleció en 1488, no sin antes sacudirse parcialmente su fama de hombre codicioso y solo interesado en agrandar la fortuna familiar. A pesar de su intermitente lealtad hacia Enrique IV, fue uno de los nobles del reino que asistieron al enlace entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Con el fallecimiento de Enrique IV, se convirtió en uno de los principales aliados de los Reyes Católicos en la Guerra de Sucesión castellana y prestó su talento militar en la batalla de Toro en 1476. Esta victoria sobre los seguidores de Juana la Beltraneja, la supuesta hija de Enrique IV “el Impotente”, permitió a los Reyes Católicos asegurar definitivamente el trono de Castilla y la unión dinástica con Aragón.
Su hijo Fadrique (segundo duque de Alba) también apoyó sin la menor quiebra a los Reyes Católicos y fue uno de los amigos más cercanos de Fernando el Católico. Sus habilidades como general superaron incluso a las de su padre. Participó en el asedio y toma de Granada, y en 1514 se convirtió en el conquistador de Navarra para el rey Fernando. Y cuando, muerta Isabel, la mayoría de nobles se unieron a Felipe “el Hermoso” en su lucha por el trono, Fadrique fue de los pocos que se mantuvo fiel a Fernando el Católico, y fue quien años después “cerró sus ojos”. Una lealtad inquebrantable y clara que contrastó con la elasticidad política de su padre.
Huéscar pertenecía al reino nazarí de Granada, pero estaba en una zona fronteriza y por ello, en más de una ocasión tuvieron oportunidad los musulmanes del lugar, de demostrar la resistencia de sus murallas y torreones en la lucha contra los cristianos. Era la Orden Militar de Santiago, la que desde su fortaleza jiennense de Segura de la Sierra, lanzaba habituales y constantes ataques. Consecuencia de ello es que en varias ocasiones Huéscar cambiase de dueños: unas veces era mora y otras veces, cristiana. Uno de esos ataques, memorable, fue el realizado en 1435 bajo el mando del Maestre de la Orden, don Rodrigo Manrique, padre del famoso poeta Jorge Manrique, que consiguió conquistar Huéscar para el rey Juan II, pero a los diez años volvieron a perderla.
Después de ser frontera durante varios siglos, Huéscar fue incorporada definitivamente a la Corona de Castilla por los Reyes Católicos en el verano del año 1488. El propio rey Fernando fue a Huéscar para tomar posesión de la villa y otorgar el documento de concordia o capitulación, mediante el cual se ordenaba y prometía respetar la vida y las costumbres de los musulmanes: religión, vestidos, gastronomía, lengua, etc. Con la llegada de los cristianos comenzaba para Huéscar una nueva etapa histórica.
Pocos años después de la conquista, en 1495, Fernando el Católico, ante la perspectiva de anexionarse Navarra, concedía a su cuñado don Luis de Beaumont, conde de Lerín y Condestable de Navarra, el gobierno y el marquesado vitalicio de Huéscar, como cabeza de un inmenso señorío que incluía a Castilléjar, Zújar, Freila, Vélez Blanco, Vélez Rubio y hasta Cuevas del Almanzora. Este conde, resultó ser un personaje clave, pues encabezaba una de las facciones que mantenían dividido al reino de Navarra, los beaumonteses, con cuyo apoyo contaron las tropas castellanas cuando Fernando el Católico decidió la invasión de Navarra.
El conde de Lerín fue señor de Huéscar hasta su muerte en 1508, espacio de tiempo que aprovecharon multitud de navarros para venir a vivir a esas tierras, junto a quienes se habían desplazado para gobernar la villa en nombre del conde, su señor. La mayor parte de esas personas se quedaron allí con sus familias, criados, costumbres, devociones, gastronomía etc., lo cual ha dado a Huéscar, hasta nuestros días, unas notables peculiaridades e idiosincrasia completamente diferente en el ámbito granadino.
En 1512, cuando al fin las tropas castellanas entraron en Pamplona, bajo las órdenes del II duque de Alba, don Fadrique Álvarez de Toledo, nuevamente el rey Fernando el Católico concedía Huéscar como señorío jurisdiccional, esta vez, como premio, al II duque de Alba. Desde entonces y por espacio de tres siglos los duques de Alba serían los señores de Huéscar, hasta la abolición de los señoríos por las Cortes de Cádiz en 1811.
Los duques de Alba tenían la facultad de hacer nombramientos de alcaldes y regidores. En 1563, Felipe II convirtió el señorío de Huéscar en ducado. A su vez, la entonces villa, fue galardonada con el importante título de Ciudad (“Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Huéscar”), sorprendentemente en una población que escasamente tendría entonces 3.000 habitantes. Actualmente, como ya he dicho antes, el primogénito de la Casa de Alba lleva, como primer título, el de duque de Huéscar.
Existía a unas cinco leguas al norte, una alquería de Huéscar formada por un pequeño grupo de casas que creció mucho tras la conquista y que se conocía desde muy antiguo por el nombre de “La Volteruela”. A petición de sus vecinos al duque de Alba, don Fadrique Álvarez de Toledo, la alquería tomó su actual nombre en 1525, llamándose desde entonces Puebla de D. Fadrique. Siguió perteneciendo a la jurisdicción de Huéscar y por ello no tenía ni término municipal ni Ayuntamiento propios. Los vecinos solicitaron su independencia de Huéscar y lo consiguieron a comienzos del siglo XIX, cuando se le concedió el privilegio de villazgo y el derecho a disponer de jurisdicción autónoma.
Cuando los vecinos de la Puebla de D. Fadrique consiguieron constituir su propio Ayuntamiento y tener su propio término municipal, perdieron el derecho a utilizar las aguas de su término, ya que éstas habían sido concedidas al Ayuntamiento de Huéscar por la reina Juana de Castilla (Juana la loca), en el año 1509. Los vecinos de la Puebla solo podían aprovecharse de esas aguas mientras pertenecieron a la jurisdicción de Huéscar, pero al abandonarla, obviamente perdieron el derecho. Tal concesión del año 1509 sigue hoy en vigor, y el documento de la concesión original, con la firma autógrafa de la reina doña Juana, se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Huéscar. También se puede ver un facsímil del documento en el Museo Interactivo de Huéscar.
En cuanto a la jurisdicción canónica, Huéscar no perteneció a la diócesis de Guadix, como era lógico, sino que tras un largo pleito, quedó bajo la jurisdicción de la Mitra Primada de Toledo desde 1508, con categoría de Arciprestazgo, y así ha sido hasta el año 1953. En el siglo XVI, en la diócesis de Toledo, además de los dos vicarios generales, existían las vicarías de Talavera, Ciudad Real, Alcaraz, Cazorla, Madrid y Huéscar. Cosas de la Historia.
La primera iglesia de Huéscar tras su conquista se levanto sobre la mezquita musulmana, y tomó el nombre de Santiago. Esta iglesia fue patronato de los duques de Alba y por eso tiene su escudo encima de la entrada. Fue parroquia desde su consagración a comienzos del siglo XVI hasta el año 1900.
Al mismo tiempo se inició, también a principios del siglo XVI, la construcción de la colegiata de Santa María de la Encarnación, que inicialmente fue un grandioso proyecto que respondía a la intención de la diócesis de Toledo de hacerse destacar sobre los demás pueblos, que pertenecían a la diócesis de Guadix, salvo la Puebla de D. Fadrique, que por pertenecer a Huéscar también era de Toledo. Por cierto, la iglesia de la Puebla también es un magnífico edificio digno del obispado más rico de España, como era el de Toledo. Finalmente la colegiata de Santa María, en cuya construcción trabajaron prestigiosos arquitectos como Diego de Siloé, Jacobo Florentín y Enrique de Egas, además de multitud de canteros y picapedreros vascos, acabó simplificándose. De este modo, la bóveda inicialmente gótica redujo su altura muchos metros al cambiarse al estilo renacentista.
Como curiosidad final, os comento que el Papa Benedicto XVI, por medio de la Penitenciaría Apostólica, otorgó en 2009 el decreto por el que se le conceden al Templo Parroquial de Huéscar todas las gracias y prerrogativas de que goza la Basílica Papal de Santa María La Mayor de Roma, incluida la gracia de la Indulgencia Plenaria para todas las personas que con intención de ganarla peregrinen, cualquier día del año, de cualquier año, a la Iglesia de Santa María de la Encarnación de Huéscar.
José Antonio Parra Tomás
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