POR TIERRA DE CAMPOS
Castilla la Vieja es sobria y es vieja. Es vieja porque la reconquista se asienta en ella desde las primeras etapas y es sobria porque también desde aquellas primeras etapas se peleaba y se moría por volver a hacer de aquellas tierras lo que fueron, los reinos cristianos godos y ambas cosas se respiran por sus tierras, tierras de campos, de cereales, austeras también y vinculadas hasta el tuétano a su pasado, a lo que da la tierra de secano, a lo que da el campo. Por ellas vamos a conectar sin querer con su pasado, con sus murallas, iglesias, pocas gentes, paz y también CULTURA, así, con mayúsculas.
JOSÉ ANTONIO PARRA TOMÁS
José Antonio Parra en Asociación la Tortuga de El Charco.
10/26/20258 min read


POR TIERRA DE CAMPOS
Circulando por la autovía A-6, en dirección a La Coruña, teníamos la idea de visitar Urueña, “Villa del Libro”, uno de los pueblos más bonitos de España, declarado conjunto histórico artístico, desde 1975.
Sin embargo, una vez que pasamos Medina del Campo y Rueda y, antes de llegar a Tordesillas, tuve la intuición de visitar también otra localidad cercana, muy peculiar y que interesaría también a mis acompañantes.
Así, en Tordesillas, abandonamos la A-6 y tomamos la carretera VA-515 que, en unos 25 km, y dejando a la izquierda Torrelobatón, nos llevó a Wamba; un pueblo típico y pintoresco, con un entorno rural y vistas sobre el valle del Pisuerga. Se trata de la única localidad española cuyo nombre empieza con la letra W, aunque en realidad se pronuncia “Bamba”, y en la que viven poco más de 300 personas.
Otra de sus singularidades reside en que la localidad forma parte del Camino de Santiago desde Madrid. Con un pasado visigótico y mozárabe, Wamba también fue hogar de la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén (cuya historia publiqué el pasado 20 de febrero, y se puede leer en esta misma web).
La historia del nombre de la localidad también es legendaria. En sus orígenes la ciudad visigoda se llamaba Gérticos, y en ella murió el rey visigodo Recesvinto, en el año 672, sucediéndole en el trono, Wamba. Como mandaba la tradición, al nuevo rey se le coronaba en el lugar en el que había fallecido el anterior. Por este motivo la localidad adquirió el nombre del nuevo rey, orgullosa de ser un núcleo visigodo con poder y relevancia. Fue uno de los últimos monarcas cristianos, antes de que tuviera lugar la invasión musulmana.
Siglos más tarde, concretamente desde el XIII hasta el XVII, los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén se instalaron en la zona. Se piensa que fueron estos caballeros los que comenzaron a enterrar aquí los restos de los monjes que pertenecían a su orden.
No obstante, Wamba guarda más secretos además de aquellos relacionados con su topónimo. Si algo hay que visitar en Wamba es su majestuoso templo, la Iglesia de Santa María, una joya única dentro del arte medieval español, al ser una de las pocas iglesias que aún quedan en España de estilo mozárabe. La iglesia combina elementos artísticos como el mozárabe en su cabecera, del siglo X, con tres arcos de herradura y capiteles con motivos vegetales; y el románico en su estructura, datados de los siglos X y XII. El edificio está constituido por tres naves y dos capillas, la de doña Urraca y la del osario. Todavía se conserva un gran patio donde hubo un antiguo claustro de un monasterio adosado a la iglesia sobre el siglo X.
Ya en su interior se puede acceder a una de sus joyas: el osario de Wamba, uno de los pocos que se conserva en España. Así, en una de las capillas, se encuentra una puerta la cual esconde un enigmático conjunto de calaveras.
El osario de Wamba se ubica en uno de los espacios de lo que fue el antiguo monasterio, que se arruinó tras las desamortizaciones del siglo XIX. Las paredes de la habitación están revestidas de fémures, tibias y calaveras. Los huesos están muy bien colocados desde el suelo, unos sobre otros, hasta el arranque de la bóveda. El tamaño de las calaveras nos indica que son restos de adultos y, algunos, también de niños. Dicen que se han contabilizado cerca de 3.000 restos de personas. Entre las calaveras destaca una, a la que llaman la de la “mujer sonriente”, pues muestra una gran apertura de la boca, mostrando una sonrisa macabra.
Hay una inscripción que dice: “Como te ves, yo me vi, como me ves, te verán, todo acaba en esto aquí. Piénsalo y no pecarás”. La inscripción, en caracteres grandes, domina el osario de Wamba. Un recordatorio inmutable de la celeridad con la que pasa el tiempo y la vida (memento mori) y la importancia que hay que darle a ésta y a los buenos actos.
No obstante y aunque sobrecoja tal conjunto de huesos, antiguamente la grandeza del osario fue mayor. Me cuenta el sacristán-encargado de la Iglesia, que con el objetivo de estudiar el osario de Wamba, en los años 50, el doctor Gregorio Marañón se llevó a la universidad complutense de Madrid, dos camiones llenos de estos restos. Nunca se devolvieron al pueblo. Pero gracias al estudio se pudo certificar que los huesos y calaveras pertenecieron a hombres, mujeres y también niños, de los siglos XIII a XVII. En total, cuatro siglos en los que el osario de Wamba fue alimentando no solo la cripta, sino las leyendas y moralejas sobre la fugacidad del tiempo.
Son muchas las incógnitas para las que todavía en la actualidad no se han encontrado respuesta sobre la Iglesia de Santa María y sobre el osario de Wamba. Se conoce que en el lugar en el que se encuentra la actual iglesia antes se ubicaba una iglesia visigoda; así lo argumentan los restos decorativos hallados, que se encuentran en el Museo Arqueológico de Valladolid.
Por su parte, en la capilla de doña Urraca se encuentra sepultada la reina doña Urraca de Portugal. Se trata de la esposa del rey Fernando II de León, madre del también rey Alfonso IX de León. La reina se incorporó como freira (monja) en la Orden de San Juan de Jerusalén.
Abandonamos Wamba, tomando la VP-5501, y en unos 30 km, estamos en Urueña, nuestro primitivo destino.
Es Urueña una pequeña isla, rodeada de un inmenso mar en calma; un mar de alfalfa y lentejas; de ajos, trigo y cebada. Se encuentra esta pequeña y literaria villa en las alturas, sobre un pequeño cerro que domina un amplio valle, disfrutando de magníficas vistas de los cultivos de Tierra de Campos que la rodean, a unos 50 km., de Valladolid.
Rodeada de una gran muralla del siglo XIII, por la que se puede pasear por el camino de ronda, con unas vistas espectaculares del paisaje castellano, con su horizonte abierto e infinito. Urueña vive apacible, en silencio, ya que no hay coches que transiten por sus calles ni asfalto por el que hacerlo; el ruido se deja aparcado fuera. Desde la Puerta del Azogue, una de las dos que se abren en su gran muralla medieval, se disfrutan las vistas interiores. Son estas y su panorámica de la meseta vallisoletana o su conjunto amurallado y su castillo, nombrados conjunto histórico-artístico de interés cultural en 1975, los que lo hacen merecedor que lo cataloguen como uno de los pueblos más bonitos de España.
El interior de Urueña es un conjunto de calles de piedra, que invitan a pasear sin prisas y sumergirse en esa quietud. Lo primero que veo, a través del arco de piedra de la Puerta, es un gato que maúlla, dos vecinos que conversan, un rebaño de ovejas y unos niños que juegan libres, sin peligros, y que interrumpen con su alegría y chillidos ese silencio que se respira en una población de apenas 200 habitantes. Su iglesia de Santa María del Azogue, del siglo XII, es una mezcla del románico y el gótico, con una preciosa portada y bóvedas estrelladas.
El paseo por Urueña tiene diez paradas obligatorias, una por cada una de las diez librerías especializadas que hacen de esta la única Villa del Libro de España, título que ostenta desde 2007, y una de las pocas de Europa. Fue durante años el pueblo con la librería más pequeña de España. Venerar los libros casi es el destino de sus gentes, ya que en la ermita de La Anunciada que linda con los campos en las afueras del pueblo, se conserva un retablo de san Jerónimo, autor de “La Vulgata” (la traducción de la Biblia del hebreo y el griego al latín) y canonizado para la posteridad como patrón de los libreros.
Es la población con más librerías por habitante de España, además de contar con dos espacios para talleres (de encuadernación y de artes gráficas). Y no hay bibliófilo que no pueda encontrar en ellas lo que busque. En El Grifilm, más de diez mil ejemplares (viejos y nuevos) se acumulan en las estanterías, pero predominan los dedicados al mundo del cine, su especialidad. Tras el mostrador, una pareja encantada de ayudar a que cada libro, revista o película descatalogada se convierta en esa pequeña joya, un tesoro descubierto un buen día en una librería de un pequeño pueblo.
Son joyas también las que se guardan en la Librería Páramo, con su gran fondo de libros viejos, formado, en gran parte, por ediciones descatalogadas y rarezas literarias. En Alcaraván, son los que más saben sobre las costumbres, la historia, el entorno o la artesanía de Castilla y León. Primera Plana es un homenaje al periodismo y a la aventura, las guías de viaje y los libros sobre el oficio. Pero los géneros clásicos conviven también con otro tipo de publicaciones: libros desplegables y Pop Arts (La Boutique del Cuento) o la Poesía Visual y los Libros Objeto, también llamados “Libros de Artista”, de El rincón del Ábrego.
Completan la visita literaria el Espacio para la Lectura, la Escritura y sus Aplicaciones Miguel Delibes, “el corazón” de esta bibliófila villa. Un gran edificio que rinde homenaje a la Literatura con su biblioteca especializada, y un salón de actos donde tienen lugar conferencias y eventos literarios.
Pero aquí no acaba el arte y la cultura, aunque parezca imposible para un lugar tan pequeño. Urueña también cuenta con cuatro museos. El Centro Etnográfico o Fundación Joaquín Díaz, fue creada por el folklorista Díaz, a partir de su extensa colección de gramófonos, instrumentos, libros o grabados, entre otros curiosos objetos. Junto a él, el pequeño Museo de Campanas, recoge una muestra de ejemplares que datan desde el siglo XV y que pertenecen a otra familia del pueblo. Luis Delgado también ha cedido su colección de instrumentos para exponerlos en el Museo de la Música de Urueña. Y en el Museo del Cuento se pueden admirar los libros desplegables importados de todo el mundo, que cuenta con alguna belleza tridimensional de la época victoriana.
Visitar Urueña es sumergirse en la cultura, despacio, sin prisa. Su patrimonio, su entorno natural, su amor por los libros y la vida apacible y tranquila de sus vecinos. Urueña embelesa y atrapa, de la misma forma que solo un buen libro puede hacer con su ávido lector. Su belleza y la importancia de su legado histórico y monumental no pasan desapercibidas.
En Urueña hay más librerías que bares (una rareza en España). En el único bar-restaurante que hay, Mesón Villa de Urueña, un lugar interesante, damos buena cuenta de lo que nos han recomendado: unos buenos garbanzos de Urueña con langostinos y una carrillera de ternera con setas, exquisita, todo ello, como no, con un Ribera del Duero. Los postres, todos caseros, y el café, con unas gotas de anís seco. Un rato muy agradable.
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