SARAH BERNHARDT

La historia es un cúmulo de momentos que se suceden a veces sin un orden claro y concreto, simplemente se suceden, pero que sumados todos ellos, nos conducen a lo que hoy somos. El caso de Sarah Bernhardt posiblemente sea uno de esos momentos en los que la humanidad, en su conjunto, y en el ámbito de la reivindicación del papel de la mujer dentro de la sociedad, da un pequeño salto que hoy nos permite estar donde estamos.

LORENZO PIRIZ-CARBONELL

Lorenzo Piriz-Carbonell en Asociación la Tortuga de El Charco.

8/28/20257 min read

“Sarah Bernhardt”

Quizá a estas alturas del inframundo en que ahora nos tenemos que mover, muchos ni sepan quien fue Sarah Berndhart. A quien le guste saber sobre su vida tiene a su disposición gran cantidad de libros, su biografía y otros tantos referentes en sus anecdotarios, algo escandalosos, pero importantísimos para el devenir de nuestra sociología actual. Aviso a las feministas progres del momento que por sus respectivas ignorancias bolcheviques no están haciendo mas que repetir lo que esta mujer, actriz y adelantada a sus tiempos, fue y siempre será. Así que, niñas de los telediarios feministas de ultra-izquierda a leer y a enterarse que os vais a caer de “espaldas payasas.” Pero este escrito , por supuesto, no va encaminado a ilustrar al que no quiere, pero si a narrar un poco la historia de una magnifica alma humana que con sexo de mujer, supo ser persona, personaje, diva y antecesora de lo que hoy se puede llamar mujer inteligente. Y en describir su vida seré conciso y mas que breve. Pero una vez hecho esto, por ilustrar, quiero dejar por escrito mi elegía a una artista que a mi siempre me inspiró, por sus hechos, a vencer los envidiosos actos de cobardía zarrapastrosa que en mi profesión, una de ellas, de dramaturgo, me vi encarado. Salí siempre victorioso porque siempre me acordé de esa Sarah Berdhardt que ahora sucintamente diré quien fue.

Y empezaré por su principio que es lo que se estila en estos caso de recordatorios biográficos. Nació en París, 23 de octubre de 1845. Hija de cortesana (ahora escort de lujo) francesa pero de origen holandés y familia judía, y de un belga rico que en cuanto se vio padre desapareció para evitar los clásicos escándalos de la alta sociedad de la época. A Sarah, que por supuesto también era judía, la mandó su madre a estudiar en un convento de monjas católicas donde acabó siendo bautizada y medio conversa a un catolicismo de andar por casa. Allí se ilustró en todo lo que pudo y le dejaron las religiosas, hasta que cumplidos 15 años, se matriculó en el Conservatorio de Artes Escénicas de París auspiciada por un anónimo benefactor. Y así se largó del convento y en unos años logró que le endiñaran un papel de partiquina en el Teatro Odón, donde esperó la oportunidad de conseguir mejores papeles hasta llegar a triunfar en la protagonista de una obra “Le Passant” (El Caminante) del escritor Copee, entonces aclamado como dramaturgo en versos. Y Sarah hizo algo mas que triunfar, encandiló al público por su estilo declamatorio y su belleza física que sabía manipular mas que bien (de casta le viene al galgo, por parte materna, digo yo). El escritor Sardou escribió para ella además de “La Tosca”, con la que volvió loco de pasión a Víctor Hugo, una trilogía espectacular: “Fedora”, “Cleopatra” y “Theodora”, obras que le hicieron conseguir que el todo París la coronara como la Gran Diva de los Escenarios. Tuvo en su repertorio mas de 125 textos teatrales aunque su preferida siempre fue “La Dama de las Camelias” (Hoy Traviatta” para los menos leídos) de un afamado dramaturgo conocido como el Hijo de Alejandro Dumas. Haciéndose empresaria montó Compañía y con ella recorrió Europa para aventurarse a estrenar su arte en Estados Unidos donde no solamente triunfó sino que también hizo acopio de gran fortuna, y al regresar a Francia, con ello, se compró El Teatro de la Comedia en el centro de París para por supuesto rebautizarlo con su nombre. Allí pudo hacer y deshacer obras a su antojo, llegando a interpretar papeles masculinos como el de “Hamlet” con diversas críticas pero con el teatro siempre lleno a rebosar. Cuando tenía 22 años, trabajando en el Teatro Odón se lió con un tarambana medio jugador y bastante borrachín que se autodenominaba “Príncipe francés” y que en cuanto la chica salió mas que preñada decidió desaparecer como un Houdini cualquiera haciendo que para evitar deshonras de la época se fuera a España a pasar su embarazo, dando a luz en Madrid a un niño al que llamó Maurice. A este vástago siempre le protegió a pesar de las múltiples peleas que por motivos políticos mantenían algo escandalosamente. Cuando el Caso Dreyfus, claro ejemplo del antisemitismo francés de siempre, ella optó por apoyar al militar falsamente acusado de espía mientras que su hijito, antisemita (vaya sarcasmo siendo él también judío) tomo parte en las acusaciones, evento que hizo que al aclararse la infamia contra el militar de marras y quedar absuelto, Sarah dejó de hablarle durante varios años, aunque después le perdonó y siguió manteniéndolo como de costumbre. Era una artista algo extravagante. Tenía un zoológico domestico de perros, gatos, un leopardo, un mono, dos leones y un caimán. Lo admirable es que cuando viajaba por su trabajo actoral cargaba con todo el animalario. También solía dormir en un ataúd bellamente decorado que arrastraba de hotel en hotel y de villa en villa dondequiera que fuese. Ya en los cincuenta por un antiguo accidente sufrió la amputación de su pierna derecha pero eso no le impidió seguir actuando. Oscar Wilde le escribió “Salomé” que estreno en Londres y luego en París. Freud que la vio como público quedo tan prendado de ella que es sabido que en su local hospitalario tenia una foto de esa “hermosa, sensual, diabólica y divina Salomé”. Conocida de Víctor Hugo se lió románticamente con él, y así sostuvieron una relación casi matrimonial durante varios años. Conoció en sus noches de deleites parisinos a la Baronesa Luisa Abema, a quien reconoció como el amor de su vida. Ambas mujeres fueron pareja muy comentada por el París de siempre y ese amor duró hasta su muerte. Marc Twain escribió sobre ella: “Hay 5 clases de actrices; las buenas, las malas, las regulares, las grandes actrices y...luego Sarah Bernhardt”. Fue mas que un animal de la escena, fue todo y mas allá del todo: hizo cine (mudo), grabó cilindros en el recién descubierto magnetófono, pintó y esculpió con grandísimo acierto y lo mas importante, siempre fue lo que quiso ser y jamás se traicionó a si misma. El 26 de marzo de 1923 murió ya bastante enferma (quien sabe si de ella misma) junto a su hijo Maurice y a su inseparable amante Baronesa. El mundo lloró su fallecimiento. En su entierro llevaron su ataúd a su Teatro, donde el aplauso acostumbrado fue sustituido por un largo silencio y un grito innominado que salió de la multitud; !”Adiós para siempre Sarah, adiós!”

Elegía

Quiero quedarme con el eco resonante de su espíritu indomable, un faro que brilló intensamente a través de los escenarios del mundo. Desde las cámaras criticadoras de la intriga parisina hasta los grandes Auditorios de global aclamación. Abrió un sendero de fervor artístico alterando para siempre el paisaje de la actuación. Su vida fue una sinfonía de triunfos sublimes y mas de una prueba ensombrecida pero superada, que resuena con la tenacidad de una mujer que contra el Telón de fondo de los confines sociales esculpió su destino con las manos hábiles de la escultura que entre tantas cosas ella había sido. No fue meramente una actriz sino una época en si misma, una sirena del escenario cuya voz susurraba las verdades sutiles de la emoción humana y rugía las pasiones complejas del alma. En su crepúsculo esta gran dama del drama miró hacia atrás para contemplar un mosaico de momentos que fundieron encadenando con éxito amor con perdida y arte con autenticidad, la divina, la deslumbrante y la dramática, dejando atrás un legado grabado en los anales de la historia teatral no solo por los papeles que encarnó, si no por la vida que vivió proyectando un testimonio del poder de la resistencia y el atractivo perdurable de la brillantez. Lo que hace divina esta Sarah Berndhart, extraordinariamente en verdad no son sus actuaciones, si no el como revolucionó el concepto mismo de la fama. Fue la primera artista en entender que su personalidad era tan valiosa como su talento y le supo sacar partido. Creó una marca personal antes de que éste termino comercial existiera y se conociera al convertir cada aspecto de su vida, desde su colección de animales exóticos, hasta su ataúd personal, como elementos de su persona pública. En sus estrategias de marketing se adelantó a su tiempo en décadas, sabiendo que el escándalo vendía pero que este tenia que ser planeado y bien servido, para así mantenerse siempre en el calendario del día a día, inventando así una autenticidad que las “grandes estrellas de hoy”, todavía luchan por saber poner en práctica. Y sin olvidar que mas allá de dominar el espectáculo calibrado, fue una empresaria astuta, una madre devota y una artista seria que nunca dejó que la fama eclipsara su compromiso con el Arte. Manejó su propia Compañía Teatral cuando pocas mujeres tenían entonces apenas control sobre sus carreras, negoció contratos para viajes internacionales y globales cuando todo parecía una hazaña logística, que lo era, manteniendo estándares artísticos exigentes. La relación con su hijo revela otra faceta de su carácter porque a pesar de sus romances y escándalos, el amor mas constante en su vida fue el materno, protegiendo la díscola vida privada de su bastardillo sobre el origen de su legitimidad al educarle como un caballero y aunque en el Caso Dreyfus fue su contrincante, también le supo perdonar su sinrazón antisemita. Sarah Berndhart demostró que una mujer podía controlar su narrativa, construir un imperio basado en su talento y vivir según sus propios términos. Fue feminista antes de que este “movimiento” (algo malinterpretado hoy en día) adquiriera nombre y relativa fama. Su historia es la de una mujer que se negó a ser limitada por su género de nacimiento. Fue mujer de amores apasionados y controversiales y poco le importó el sexo de a quien amaba, porque para ella lo importante era la persona a la cual amaba. Fue célebre por su talento, famosa por sus hechos e inmortal por inigualable Arte. Y lo mas importante, nunca tuvo que disculparse por ser lo que era, porque siempre fue lo que ella sabia que era. Hoy es leyenda y las leyendas nunca nacen de la perfección sino de la pasión, nunca de la conformidad sino del coraje para ser diferente, nunca la de evitar correr riesgos, si no convertirlos en una oportunidad para brillar mas. Ella ha muerto, pero su espíritu que saltó de los conventos a los mas prestigiosos escenarios del mundo, aun sigue relumbrando. Fue una mujer artista y fue una humana inmortal. Confieso que muchas veces ha sido mi ejemplo a seguir. Y no me arrepiento. Y por ello con ésta Elegía le doy las gracias.

Lorenzo Piriz-Carbonell